Y YO QUE LA CREÍA ETERNA EN MIS BRAZOS...

Mientras caminaba por un desolado callejón adoquinado, mientras llovía en Buenos Aires, era febrero 14 de 1939.
Mis penas se evaporaban y se fundían con el aire y la niebla, producto de mi sensacional y poco saludable manera de fumar el tabaco. 
Siempre detestaba los bellos momentos de amor de los demás, pensaba que eso era una simple película melodramática. 
Preferí seguir caminando, tomé el tranvía hacia mi casa, pero decidí quedarme en el Teatro Coliseo (Quería comtemplar esa belleza del canto y la actuación). Me disponía a retirarme a mi casa cuando accidentalmente choqué con una hermosa damicela y juntos caímos al suelo. En ese momento, mis ojos quedaron prendados de los suyos, su alma llamaba a la mía, y en ese momento sentí todas mis reacciones anteriores un poco contradictorias con lo que me estaba pasando. 
Seguidamente, me levanté y luego ayudé a la dama a levantarse, pidiéndole, reiteradamente muchas disculpas. 
-Ella me dijo: -¡Está bien!... Mi mente venía distraída 
La acompañé a su casa y ahí todo comenzó... 
Lo que para mí era algo ridículo al principio, se volvió lo más bello del mundo, pero un día discutimos por la presión del trabajo. Yo era locutor de radio y ella actriz de cine. Me dijo que no le daba atención, que en todas palabras ya no la quería y que era mejor olvidarnos y yo momentaneamente, furioso le grité: 
-¡Está bien!... ¡Marchate! 
Ella cruzó la puerta de la habitación y se fue.
Ahora me la paso desolado por dentro, ahora me doy cuenta de que fui un tonto al perderla.
De esa manera (creanme) si yo hubiera sabido que la perdería así, yo jamás la alejaba de mí, jamás la dejaría ir. 

José Alexander González Quizhpe
Ecuador
18 años

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